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jueves, 27 de mayo de 2010
Empanadas
jueves, 20 de mayo de 2010
Comidas del Siglo 19
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La comida es un ritual, una tradición y una necesidad que se realiza en comunidad con un juego de cubiertos, una vajilla y un juego de copas. En el siglo XIX, las comidas estaban gobernadas por tres unidades: una de lugar, el comedor que se instala como espacio exclusivamente dedicado a comer; una de tiempo, es decir, el comer estaba sujeto a horarios, y una de acción, materializada por el “service a la russe” (la comida es trinchada y aderezada en la cocina para ser enviada a la mesa).Una gruesa tajada de pan sobre la que se ponía la comida, el cuchillo que se llevaba en la cintura, los dedos de ambas manos y rústicos platos de madera y arcilla, fueron durante siglos la única vajilla y servicio con que el hombre occidental se sirvió la comida. Paralelamente la historia de la comida en sí misma evolucionaba rápidamente, con preparaciones cada vez más sofisticadas y espectaculares. Quizás la transformación más significativa que sufrió el arte de la mesa en el siglo XIX, fue la adopción del service a la russe, en que los platos ya se servían en la cocina aumentando la velocidad del servicio y mejorando las condiciones en que los manjares llegaran a los paladares. Este servicio requería un maitre d’hotel que oficiase de organizador del evento, personal numeroso y un preciso diagrama de disposición de la mesa. El siglo XIX fue testigo de cómo el servicio de mesa se extendió a ser no sólo un juego de vajilla unificada, sino un conjunto al que se sumaron el servicio de cristalería y de orfebrería. Paralelamente no sólo se multiplicaron las formas y funciones de los objetos destinados al servicio de mesa, sino también los utensilios de cocina.
En el siglo XIX la comensalidad tenía un importante peso en la vida cotidiana. Las comidas, refrigerios de las tertulias, meriendas y cenas se constituyen en una de las principales preocupaciones de las familias burguesas.
A partir de los testimonios de los viajeros que visitaron ciudades españolas decimonónicas podemos constatar como a la frugalidad de las tertulias se correspondían unas comidas y cenas abundantes y elaboradas.Se puede constatar cierta continuidad en los gustos de los bilbaínos en lo que a alimentación se refiere: las angulas, la pastelería francesa, cordero, pescado fresco, frutas y verduras frescas, etc; siendo el pan, producto básico, objeto de constante preocupación, era básico su puntual y sobrado abastecimiento.
Durante el sitio de 1874, el cotizado y demandado pan blanco será sustituido por el pan moreno y, en los momentos de mayor necesidad, pan amasado con harina de habas. Junto al pan blanco, todas las clases sociales tenían como comida habitual los cocidos de legumbres con carne cocida y tocino. Un plato que, según los testimonios de la primera mitad del siglo, estaba en la mesa de los bilbaínos seis de los siete días de la semana.Si bien las elites de la villa consideraban las legumbres y el tocino como “base del alimento de los pobres" y sus gustos fueron distanciándose de los de las clases populares hacia productos más elitistas. El consumo abundante de carne y pescados frescos era fundamental en la dieta de las clases más acomodadas: del cordero al cochinillo, la ternera pasando por el caballo e incluso el gato en las épocas de los asedios a la villa.Asimismo, los productos elaborados como las conservas de verduras, así como los concentrados de carne: el extracto Liebig, la carne de lata, etc, se fueron introduciendo en el mercado bilbaíno, y también en la cesta de la compra y la dieta diaria de la clase media-alta, especialmente merced a los precitados asedios
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